Cada primero de octubre celebramos el Día Internacional de la Música, una fecha creada en 1975 por el Consejo Internacional de la Música (IMC), organismo afiliado a la UNESCO, para promover la paz y la amistad entre los pueblos a través del arte sonoro. Desde entonces, recordamos el poder invisible que tiene una melodía para acercar corazones y sanar emociones.
La música no necesita traducción. Es un lenguaje que todos entendemos. Según el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NIH), escuchar música activa muchas zonas del cerebro a la vez, especialmente las relacionadas con la memoria y las emociones. Por eso, una canción puede hacernos recordar momentos, personas o lugares, incluso después de muchos años.
Además, la musicoterapia —reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como herramienta de apoyo emocional— puede reducir el estrés, la ansiedad y mejorar la calidad de vida en pacientes con enfermedades crónicas. La revista Medical News Today explica que escuchar o interpretar melodías estimula la liberación de dopamina, la hormona del bienestar.
En Perú, la música también es parte de nuestra identidad. Desde el huayno y la marinera hasta el festejo o el vals criollo, cada ritmo cuenta parte de nuestra historia. Sin embargo, existen artistas que siguen trabajando en condiciones precarias. El Ministerio de Cultura, a través del estudio denominado “El arte y la cultura en el Perú: Caracterización de las condiciones laborales y socioeconómicas de los trabajadores culturales y de las artes”, informó que el 86 % de los artistas y músicos son independientes, y el 91 % de ellos no tiene contrato. Además, no se encuentran afiliados a pensiones, ni pertenecen a gremios o sindicatos. Esta situación revela una precariedad estructural, ya que la mayoría trabaja sin protección legal ni respaldo colectivo, lo que limita su estabilidad económica y sus derechos laborales. Por tanto, es importante pensar en políticas que dignifiquen su labor y reconozcan su aporte a la sociedad.
El día de la música no solo debería ser una fecha de celebración, sino una de reflexión. Debemos valorar a quienes crean, enseñan y difunden el arte musical. La música nos acompaña en el dolor, en la alegría y en los silencios. Nos enseña empatía, disciplina y esperanza. No sólo escuchemos canciones, sino que apoyemos a los que las hacen posibles.