En la madrugada del 10 de octubre de 2025, en el Congreso de la República se dio el golpe final al mandato de Dina Boluarte. Con 122 votos a favor —muy por encima de los 87 necesarios—, los legisladores declararon su vacancia por “incapacidad moral permanente”.
Era evidente. La presidenta había llegado al poder en diciembre de 2022 tras la salida de Pedro Castillo, pero su popularidad no hizo más que hundirse. En 2025 apenas rozaba cifras de aprobación que algunos medios calificaban como “2 %-4 %”.
Mientras tanto, la inseguridad —extorsiones, asesinatos, bandas de crimen organizado— se convertía en parte de la crónica diaria.
Un hecho detonante: un tiroteo en el evento de la orquesta Agua Marina en el Círculo Militar de Chorrillos, la noche del 8 de octubre, marcó para muchos el punto de inflexión.
La tarde del 9 de octubre arrancó con las mociones de vacancia. Cuatro fueron admitidas por el Congreso, por acusaciones que iban desde corrupción hasta abandono de funciones y crisis de seguridad.
Pese a la gravedad del proceso, Boluarte no acudió al hemiciclo para defenderse. Su abogado denunció que sólo tuvo 56 minutos para preparar su defensa, en una sesión llevada en la madrugada.
La votación concluyó ya en las horas más oscuras: los pasillos del Congreso vacíos, algunas cámaras encendidas, los legisladores sumando votos. Cuando el resultado salió, el país despertaba a una nueva crisis.
Desde temprano en Lima y en regiones como Cajamarca, se sentía la tensión. Grupos de transportistas y las rondas campesinas ya habían advertido paros y movilizaciones por la ola de inseguridad y el abandono estatal.
En Lima, la noche se extendió con manifestaciones; jóvenes, colectivos ciudadanos, grupos sociales que gritaban “¡Basta!”, mientras las redes recogían imágenes de patrulleros, gases lacrimógenos y calles tomadas por cámaras de celular.
Entre las razones más citadas para la vacancia estuvo la incapacidad de frenar la inseguridad ciudadana, considerada ya como crisis. Las acusaciones de corrupción y enriquecimiento sospechoso, como los relojes de lujo, viajes oficiales, presuntos nombramientos irregulares. Una salida política que, para muchos, resultó exprés, sin dar suficiente espacio para la defensa.
Con el fallo, Boluarte deja la historia como la primera mujer presidenta del Perú que es vacada. Y en su lugar asume —ese mismo 10 de octubre— José Jerí, presidente del Congreso, como mandatario interino hasta las elecciones de abril de 2026.
Mientras tanto, Boluarte estudia presentar una acción de amparo por lo que su defensa considera una violación del debido proceso.
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La caída de Boluarte no es solo la de una mandataria, sino un reflejo de lo que ocurre cuando el descontento social, la inseguridad galopante y la percepción de impunidad se combinan. En Perú, hemos tenido varios presidentes en pocos años, esta vacancia es un síntoma más de una democracia en tensión.
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