El primero de octubre muchas personas podrían pensar que es un día más. Pero para quienes informan, investigan y cuentan lo que otros no quieren ver, debe ser una fecha de compromiso. No es solo “otra noticia”. Es mostrar que un periodista no trabaja por fama. Trabaja por verdad. Y la verdad cuesta, porque a veces choca con intereses poderosos.
Hace años, se establecieron días para celebrar la libertad de prensa. Por ejemplo, el World Press Freedom Day se celebra el 3 de mayo para recordar que los medios deben ser libres e independientes.
Aun así, en muchos países, el periodismo independiente sigue en riesgo. Ser periodista significa permanecer alerta. Vigilando las promesas del poder, registrando lo invisible, exponiendo lo silenciado.
En Perú, los medios tienen una doble tarea. Informar y defender. Defender porque sin medios fuertes, sin reporteros que puedan preguntar sin miedo, la democracia se debilita. Y es ahí donde aparece el problema de sanciones indirectas, recortes, amenazas digitales, presión económica. Según la UNESCO, un alto porcentaje de casos de violencia contra periodistas sigue impune.
Este día debe servir para renovar la promesa de un periodismo con principios, sin censura y con acceso para todos. No basta que existan medios. Deben existir medios que informen con rigor, que lleguen a zonas alejadas, que no dependan solo de publicidad estatal o privada. Porque la información no es mercancía, es un derecho.
Si el primero de octubre pasa solo como fecha en un calendario, perdemos la oportunidad. La oportunidad de recordar que un reportero que pregunta, que investiga, que pone su firma, también defiende lo público. Y cuando eso falla, quien pierde no es el medio. Somos todos nosotros, como sociedad.
La prensa libre no es enemiga del poder, es vigilante del bien común. Y ese bien común se construye cada día que alguien se atreve a preguntar. No como fuente de escándalo, sino como herramienta de justicia. Porque si nadie registra lo que ocurre, si nadie pregunta quién pagó, quién decidió, quién calló… entonces la democracia se convierte en silencio. Y el silencio también cuesta.