Desde lo alto de la pileta central, con yelmo, uniforme y trompeta en alto, el Tuturutu ha custodiado por siglos el corazón de Arequipa. Pero del lunes 13 al jueves 16 de octubre, su mirada de bronce fue testigo de algo distinto: no de procesiones ni desfiles, sino de una fiesta de voces, cuerdas, versos y ritmos que convirtió la Plaza de Armas en altar del español vivo.
En el marco del X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), las noches arequipeñas se vistieron de música. Cada tarde, al pie del Portal de San Agustín, la ciudad se detenía para escuchar, bailar y celebrar la diversidad sonora de nuestra lengua: desde lo académico hasta lo callejero, desde lo sacro hasta lo carnavalesco.
Lunes 13: la alegría universitaria y la voz loncca
La primera noche abrió con el alma joven de la Universidad Católica de Santa María (UCSM). La Tuna UCSM, con capas ondeando y panderetas vibrando, arrancó aplausos y risas. Le siguió la Rondalla Santamariana, que hizo animar al público con sones andinos y valses criollos. El cierre lo puso el grupo Viento y Brisas, cuyas melodías invitaron a formar ruedas espontáneas en la plaza.
Pero fue Juan Mario Meza quien, con su poesía loncca, sembró raíces en medio del bullicio. Su voz, grave y rítmica, contó historias en ese castellano mestizo que solo se entiende con el alma del sur.
Martes 14: del coro al freestyle
El segundo día trajo el sello de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). El Coro Polifónico de la UNSA elevó armonías delicadas. Luego, el Ensamble de Música UNSAX desplegó una paleta instrumental que mezclaba lo clásico con lo contemporáneo.
Pero al caer la noche, la plaza se transformó por completo. Con luces, bocinas y energía juvenil, llegó la exhibición de Red Bull Batalla. Stick, Almendrades, Andrómeda, Raz y Delenyer subieron al escenario improvisado y, con el beat de DJ Dmandado, transformaron el español en arma rítmica.
Las rimas hicieron vibrar a cientos de jóvenes que, por primera vez, veían al freestyle como parte legítima del patrimonio lingüístico del CILE.
Miércoles 15: música sacra bajo las estrellas
La tercera noche fue de solemnidad. Primero, la Orquesta de Cámara Duncker Lavalle tejió un tapiz sonoro con piezas clásicas. Luego, ya entrada la noche, el Coro de la Arquidiócesis de Cusco entonó melodías andinas.
Horas antes, ese mismo coro había cantado frente al rey Felipe VI de España en el Teatro Municipal, durante la inauguración solemne del X CILE. Ahora, ofrecían lo mismo —su arte— al pueblo.
Jueves 16: el carnaval como despedida
La última noche fue pura identidad arequipeña. La Orquesta de Cámara de la Filarmónica Juvenil de la Universidad Católica San Pablo abrió con elegancia. Luego, José Rodríguez recitó poesía loncca con la cadencia de quien conoce cada surco del valle.
Por último, el broche lo puso Delfor Cárdenas, cultor del carnaval loncco de la Acequia Alta de Cayma. Acompañado por Los Montoneros, llenaron la plaza de picardía y baile.
Arequipeños y turistas terminaron bailando juntos, como si el español, en su forma más festiva, hubiera borrado toda frontera.
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Cuatro noches. Cuatro actos de amor al idioma.
El Tuturutu, desde su pedestal, vio cómo la lengua española no se debatió solo en congresos, sino que se vivió en la calle: en un verso loncco, en un rap improvisado, en un canto sacro, en una comparsa de carnaval.
Y cuando la última nota se apagó y la plaza volvió a lo cotidiano, quedó claro que, el español no es solo lo que se escribe en los diccionarios. Es lo que se canta, se baila y se siente… bajo el cielo arequipeño.
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