CRÓNICA: CHOQUE FATAL EN PAUCARPATA 

Oneida Chayña López
3 min de lectura

Este lunes 17 de noviembre, la urbanización Cristo Rey en el distrito de Paucarpata amaneció con normalidad. Eran aproximadamente las ocho de la mañana cuando la rutina se convirtió en tragedia. Un estruendo marcó el silencio: un choque frontal entre una motocicleta y una combi de transporte público.
Minutos después, la pista ya no era una vía de tránsito, sino el escenario de la muerte.

El joven motociclista William Denos Callo, de 27 años, se dirigía a una obra en el distrito de Miraflores. Según las primeras indagaciones, al intentar esquivar un vehículo estacionado de forma irregular en una curva sin visibilidad, invadió el carril contrario. En ese instante, apareció la combi conducida por Juan Mamani Huiracocha, y el impacto fue inevitable. No hubo tiempo de reacción.

La motocicleta quedó completamente destruida. William falleció al instante. El conductor de la combi fue retenido por la policía, mientras que el vehículo presuntamente mal estacionado —que habría originado la maniobra— fue retirado del lugar antes de las diligencias. Vecinos aseguraron que este problema ocurre con frecuencia. “Siempre dejan autos en esa curva; cuando uno baja no ve nada”, denunció una habitante de la zona.

Con la llegada de las autoridades y la prensa, el cuerpo de William fue cubierto con una manta azul, sobre un charco de sangre que seguía expandiéndose lentamente sobre el pavimento. Pero la escena tomó un giro aún más doloroso cuando aparecieron los familiares.

Entre ellos, su madre y su hermana. Al reconocer la ubicación del cadáver, se paralizaron. La madre, en estado de shock, no podía aceptar que horas antes había despedido a su hijo, luego contó que, aunque solía movilizarse en su auto, ese día decidió utilizar la motocicleta porque el vehículo estaba en el taller. Nunca imaginaron que el trayecto habitual al trabajo sería el último.

Ella intentó acercarse a su cuerpo varias veces, buscando despedirse, pero el personal de serenazgo se lo impidió para resguardar la escena. Esa distancia forzada agravó su desesperación. Finalmente, su dolor se desbordó en un grito profundo, desgarrador, que retumbó por toda la cuadra. Fue un grito que detuvo por segundos la actividad de quienes miraban; varios transeúntes.

William deja en orfandad a una niña de cuatro años. La investigación continúa para determinar las responsabilidades del hecho, en especial sobre el vehículo estacionado irregularmente. Mientras tanto, en la vía permanecen las marcas del siniestro y el eco de aquello que la madre gritó: algo que no se cubre con una manta azul, ni se borra con el paso de los autos, porque no solo murió un joven, se detuvo un futuro.

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